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Los rotarios, un club de selectos

1.400 españoles pertenecen a una asociación basada en el éxito

Los negocios no tienen por qué estar reñidos con la amistad. La idea de entrelazar ambas cosas para conseguir más negocios y más amigos fue la que llevó a principios del siglo XX a Paul P. Harris, un abogado norteamericano de Illinois, a fundar los rotarios, un movimiento que aglutina a más de un millón de hombres de 161 países. Para pertenecer al club es imprescindible ser considerado destacado en una actividad profesional y reunirse una vez a la semana en torno a una mesa.

A los rotarios les disgusta que se les defina como un club de ricos o como una colección de apellidos ilustres, aunque todo ello abunda entre los integrantes de este movimiento.La incorporación de un nuevo miembro se produce siempre por invitación de los rotarios ya iniciados. El criterio es que cada actividad profesional o institución esté representada por una única persona, según establecen los estatutos.

Si la persona elegida acepta el ofrecimiento, deberá pronunciar un discurso que verse sobre su negocio o actividad y que los rotarios denominan charla de clasificación. Las tres ocupaciones que pueden contar con más de un miembro en un mismo club son la religiosa, la diplomática y la periodística.

El perfil del rotario medio español podría ser el de un hombre entre los 40 y 55 años de edad, de talante liberal, profesional o directivo de empresa, con un nivel de vida alto y que viaja con frecuencia por cuestiones de trabajo. Entre otros, pertenecen a la organización Luis Coronel de Palma, ex gobernador del Banco de España; Josep Manuel Basáñez, conseller de Economía de la Generalitat; Juan Gaspart, presidente del grupo hotelero HUSA, o el ginecólogo Josep Maria Dexeus.

Barcelona y Madrid son las ciudades españolas en las que los rotarios tienen más implantación, con cinco y cuatro clubes, respectivamente. Desde que en 1922 se fundara en Madrid el primer club, el movimiento rotario ha llegado a los 1.400 miembros. Los 56 clubes españoles pertenecen a dos distritos y el gobernador es la máxima autoridad rotaria que, al igual que los restantes cargos, se elige anualmente. Empieza a ser habitual que en los principales hoteles españoles figure una placa con la rueda dentada de un engranaje, el símbolo del Rotary International. Los rotarios se reúnen en hoteles, entre otras razones, porque el Rotary les desaconseja tener propiedades.

Los clubes se rigen por un reglamento estricto que, entre otros preceptos, no admitía hasta este año la entrada de mujeres. El número de miembros de un club no puede ser inferior a 20, y para la financiación de sus actividades aporta cada uno de ellos una cuota trimestral de 30.000 pesetas; una parte se destina a cubrir los gastos de las comidas semanales, y otra, a la Fundación Rotaria, que otorga becas y ayudas.

Masones, no

Los rotarios niegan cualquier relación con las logias masónicas e insisten en señalar que la creencia de que están emparentados se debe a que el franquismo prohibió estas organizaciones etiquetándolas en el grupo de los masones.Algunos de los ideales rotarios y de sus normas de funcionamiento guardan cierta similitud con la masonería. Lo que sí admiten es que en los clubes figuran masones, al igual que hay personas afiliadas a distintos partidos políticos.

"Las relaciones entre los rotarios y la Iglesia son excelentes", señala Máximo Fernández, ex gobernador de. uno de los distritos. "Prueba de ello es que recientemente el papa Juan Pablo II recibió en audiencia a una delegación", agrega. Sin embargo, el Opus Dei se muestra reacio a que sus miembros pertenezcan al movimiento rotario. "Algunos miembros del Opus, que tenían intención de formar parte de nuestro club, desistieron ante la prohibición de sus superiores", apostilla Rafael Fernández, presidente del Rotary Club Barcelona-Diagonal y ejecutivo de una empresa de cazatalentos.

La conmemoración del V centenario del descubrimiento de América y la celebración de los Juegos Olímpicos han supuesto un aliciente suficiente como para que los rotarios de todo el mundo hayan decidido celebrar en Barcelona su convención anual de 1992. "Celebrar la convención anual en España, por primera vez en la historia del movimiento, tiene una enorme importancia por la promoción que supone para el país y los ingresos que comporta, al viajar unas 30.000 personas procedentes de todo el mundo", asegura Máximo Fernández.

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